Dialogo:
El Gato y el Ratoncito
¡Qué lindo y gracioso eres! – le dijo el gato micifuz a
un pequeño ratoncito.
- Ven conmigo,
ratoncito lindo, ven…
- ¡no
vayas! – le dijo la mama ratona.
- Tú no
sabes las mentiras que dice ese gato para atraparte.
- Ven pequeño,
ven – insistía el gato.
- ¡Mira
este rico queso y este jamón que tengo para ti!
- No vayas,
hijito. Se prudente.
Si obedeces lo que te digo no te arrepentirás,
decía mama ratona.
- ¡bah!
No le creas. Mira te daré este biscocho-continuo diciendo el gato.
- Déjame
ir mamita, el solo quiere regalarme comida es mi amigo- suplico el ratoncito
ingenuamente.
- Te repito
hijo, no debes creer en él – dijo angustiada la mama ratona.
El ratoncito salió al encuentro con el
gato.
- Al instante
grito muy asustado! ¡Mama socorro!, ¡el gato me quiere comer!
Corrió hasta su cueva y le pidió perdón a
su mama por haberla desobedecido.
Narración:
En un pueblo lejano vivía un señor que tenía
una tienda. Se llamaba don Lalo y tenía muy mal genio.
Cuando un niño iba a comprar caramelos o
galletas, se los aventaba, le gritaba y le daba lo que él quería y el niño no podía
reclamarle nada.
Por eso, a los niños no les gustaba que
sus mamas los mandaran a comprar a la tienda de don Lalo; siempre les daba
menos de lo que pedían y luego sus mamas los regañaban.
Un día varios niños del pueblo fueron a
jugar al rio y vieron que un viejito se estaba ahogando; lo salvaron entre
todos y el viejito les dio las gracias y les dijo que por ser tan buenos niños
les iba a conceder un deseo, el que ellos le pidieran.
Los niños le contaron lo que sucedía con
don Lalo y le pidieron al viejito que le quitara el mal genio. Este les dijo
que ya no se preocuparan, que desde ese momento don Lalo siempre iba a estar de
buen humor.
Y así fue; desde ese día, cuando los
niños iban a comprar a la tienda de don Lalo el siempre los trataba muy bien y
hasta les regalaba dulces o les daba más de lo que ellos le pedían.
Cuando los niños buscaron al viejito
para darles las gracias ya no lo encontraron; pero siempre lo recordaron por
haberles concedido su deseo.
Descripción:
Un chico llamado
Luisito cadalso, era bastante mezquino de talla, corto de alientos,
descolorido, como de ocho años, quizás de diez, tan tímido que esquivaba la
amistad de sus compañeros, temeroso de las bromas de algunos, y sintiéndose sin
bríos para devolverlas. Siempre fue el menos arrojado en las travesuras, el más
soso y torpe en los juegos, y el más formal de la clase, aunque uno de los
menos aventajados, quizás porque su propio encogimiento le impidiera decir bien
lo que sabía o disimular lo que ignoraba
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